Compartimos un repaso por los principales temas abordados en las exposiciones de las participantes.

En el marco del Mes de la Mujer, el pasado jueves 20 cuatro arquitectas compartieron la experiencia de proyectar, gestionar y construir obras para hacer el mundo más habitable, disfrutable y diverso.

La actividad comenzó con una presentación de su objetivo y del ciclo del que formará parte por parte del Arq. Héctor Berio, coordinador de la charla, quien también brindó un breve repaso de la carrera de cada una de las presentes. Luego tuvo lugar el espacio expositivo. 

Exposiciones de las invitadas: 

La Arq. Lucía Lombardi inició hablando sobre su trabajo con escuelas, acerca de cómo fue el proceso hasta las obras consumadas, su presentación en la comunidad, el uso que se les dio. Se refirió a su enfoque en los espacios colectivos como el comedor, el patio, la cancha. También al trabajo con el uso de las transparencias, a cómo abordó el vínculo entre el interior y el exterior, sus propuestas de cerramientos entre las aulas para trabajar con los niños a distintos niveles, la incorporación de los espacios verdes y la flexibilidad y proyección a futuro. 

Para cerrar, se refirió al impacto a nivel social que implican las escuelas, los distintos roles dentro de la comunidad que allí toman las mujeres, la importancia de generar espacios de convivencia accesible, y la perspectiva de trabajar en un diseño que permita posteriores modificaciones por cambios tecnológicos, educativos y sociales. 

Luego, la Arq. Virginia Ruiz Mirazo presentó un proyecto que realizó para el Frigorífico Anglo, en 2014, y que partió de un concurso. Abarcó sus comienzos, a partir de los resultados de un incendio, y sus ideas para preservar ciertos espacios, que se especificaban en las bases del concurso. Con croquis, plantas y fotografías mostró el proceso de trabajo, su búsqueda para invitar a entrar al edificio, fortalecer la circulación, integrarlo a un entorno construído, y cómo se buscó combinar la clave contemporánea con la preservación.

También mostró su trabajo con el Instituto Tecnológico Regional Centro-Sur de la UTEC, en Durazno, en donde brindaron asesoramiento en la preservación patrimonial, ya que se trata de un Monumento Histórico. Para este caso también exhibió las condiciones previas y el resultado. Concluyó con una imagen de su hijo con un lego, destacando el esfuerzo que implica el trabajo para las mujeres arquitectas, y la importancia de no perder la idea lúdica y de disfrute de la profesión.

La Arq. Fernanda Ríos contó que buscó mostrar proyectos que sintetizaran los distintos roles que ha cumplido en su profesión de arquitecta. En primer lugar, se refirió a la ampliación de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) y al proceso político que llevó a esa transformación. Detalló que trabajó allí en un proyecto 100% femenino, y que buscaron recuperar el patio trasero de la facultad a través de la ampliación del nivel 0 del edificio histórico. También destacó que se trató de una intervención contemporánea, que no buscó mimetizarse con el edificio ya existente.

Luego se refirió al proyecto Walden, en un pequeño predio en Parque Rodó, en donde procuró que hubiese mucha vinculación con el exterior, aprovechando su orientación. El tercero fue el Centro Cultural Las Piedras, producto de un concurso. Allí se refirió a lo valioso de estas instancias para experimentar y explorar, y a cómo los equipos que se presentan a los concursos son en su mayoría masculinos, porque trabajar en ellos implica quedarse fuera de hora, luego de la jornada laboral. Sobre el proyecto destacó el trabajo con el patio, su vínculo con el espacio público y un gran espacio elaborado como un atrio urbano. Cerró también con una foto de su hija, aquí dibujando en las paredes de una obra en su casa, expresando la manera de hacer convivir la actividad profesional con la familiar. 

Cerró la serie de exposiciones la Arq. Alejandra Bruzzone, quien destacó la importancia de visibilizar el trabajo de las mujeres, y de seguir militando esos espacios de intercambio. Se refirió a cuando ella y varias de las presentes estudiaban en la FADU, hace 30 años, donde primaba la idea del arquitecto estrella, sabelotodo, y donde no se hablaba de los componentes de los proyectos y las mujeres eran invisibilizadas en ese quehacer. También manifestó sentirse orgullosa de ver la producción arquitectónica y la sensibilidad que le ponen a su trabajo las colegas con quienes compartía mesa. 

Se enfocó en su producción arquitectónica centrada en el mundo del vino, un universo predominantemente masculino. Comenzó exhibiendo la tipología más clásica de los 70 y 80 en ese ámbito, sin demasiado proyecto, con estructuras cilíndricas, construcciones elaboradas de manera intuitiva y pensando en la funcionalidad del lugar. Luego mostró algunos de sus trabajos que buscaban romper con la tradición, desde la tarea de conectar un aljibe oval de 15×5 metros con una cava, hasta la labor con una serie de piletas en una bodega, donde jugó con las ventanas, las texturas, el acceso y la iluminación. 

Para cerrar, la moderadora Lic. Erika Hoffmann destacó sus relatos de procesos, que no siempre están arriba de la mesa, la idea de mostrar las obras finalizadas con personas utilizándolas y los espacios públicos con gente. También hizo énfasis en la exposición sobre escuelas, y cómo mostró el aporte de la arquitectura para la vida en comunidad.

Te esperamos en nuestra próxima actividad en el marco del Mes de la Mujer, un intercambio sobre arquitectura sustentable y bioconstrucción con un enfoque de género y generaciones el próximo lunes 24.