José María Pepe Sorrondegui falleció el viernes 31 de mayo por causas naturales, se fue nomás, de una sin aviso. Tremendo impacto, 55 años… cuando muere alguien de manera temprana nos recuerda que nuestro pasaje por la vida es acotado y de duración incierta.
Pepe, con su ancha sonrisa amigable siempre presente, rebelde casi que por definición, de convicciones firmes, siempre dispuesto al debate, abierto a escuchar a todos, un estudiante particularmente singular, gran compañero, con finos modales de caballero, siempre atento a los demás, educado, confiable y cordial. Su estudiado aspecto en vestimenta e impecable cuidado personal, su melena renegrida, su prolija barba abundante pero controlada en su largo y estado, fueron todos factores imprescindibles de su semblanza. Fumador empedernido, de particular voz –grave y pausada para convencer, o aguda y chillona para reclamar– eran complementadas con gestualidad medida –a veces sarcástica– para afirmar sus proclamas con elegancia.
Demócrata convencido, independiente, rebelde ante la injusticia, con atributos para plantear temas complejos sin separar aguas y zurcir acuerdos con gente que no pensaba lo mismo, sus dotes de líder, lo convirtieron en un grande de la facultad en instancias decisivas a la salida de la dictadura. Ingresó a facultad en 1984, un año de combate frontal a la intervención, finalmente desplazada por parte de los gremios al retomar el control de la Universidad a fines del mismo año. Aportó desde los distintos organismos gremiales que transitó, desde la mesa ejecutiva del CEDA que integraba en representación del Taller Parodi hasta el ejecutivo del gremio, luego en los organismos de gobierno de la Facultad como parte de las legítimas autoridades, surgidas de elecciones democráticas con gran respaldo del Orden estudiantil. Desde allí consolidó nuevas acciones orientadas a reconstruir la base indispensable sobre la que volver a soñar la enseñanza y el aprendizaje (porque hubo en toda esa movida mucho de intentar aprender a ser estudiantes con capacidad crítica) de la profesión. Siempre apoyado en gran participación estudiantil que el gremio logro mantener producto en parte de su inventiva (fue uno de los impulsores del Entregathlón, festival de rock, primer seminario entre talleres para mantenerlos como ámbito de intercambio vertical de la arquitectura).
Emprendedor liberal, inquieto, fundó tempranamente con dos socios una empresa constructora que le permitió mantenerse vinculado a la profesión. Se extrañará su presencia y capacidad de articulación entre sus amigos, en su familia que tanto quería, agradecidos de haber compartido con él y su sonrisa en parte del camino. ¡Chau, Pepe!