Autor: Gómez Platero
La ciudad es cultura, hecha de tiempo. Un artefacto humano, sedimentario, diverso y colectivo por excelencia, inescindible de la geografía y la naturaleza del territorio. Hacer ciudad es entonces continuar un relato que toma sentido a partir de lo conocido y refleja adaptaciones sucesivas del hábitat a nuevas y cambiantes condiciones en múltiples dimensiones.
A través de la acción colectiva de diferentes generaciones se va adaptando el territorio en base a nuevas necesidades y requerimientos. Cuando hablamos de hacer ciudad, partimos de un relato que se viene construyendo desde antes, inseparable de la geografía y de la naturaleza del territorio y su cultura local. Toda acción urbanística implica entender muy bien todo lo que ha sucedido, las exigencias del presente y las incertidumbres que puede traer el futuro consigo.
La intervención urbana abarca intervenciones de pequeña, mediana y gran escala, pero en todos los casos el fin último es “hacer ciudad”. A su vez el proyecto urbano, no solo debe ser viable, sino que tiene la responsabilidad de aportar valor en múltiples dimensiones, su entorno inmediato, sus habitantes, la ciudad, y sus visitantes. Solo un proyecto que sea lo suficientemente robusto y resiliente será capaz de modificarse y evolucionar en función de los cambios y adaptándose en consecuencia.
¿Cómo planificamos sobre la evolución y el cambio continuo? ¿Qué impacto tiene un proyecto específico sobre el paisaje existente? ¿Qué valor aporta, para la zona inmediata y para la ciudad en su totalidad? Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos cuando nos enfrentamos al desafío de intervenir en el territorio y equiparlo a futuro, siempre contribuyendo a mejorar la experiencia continua del habitar.