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Autor: José Freitas

La caracterización del modelo urbano actual presenta algunas tendencias que demandan una potente agenda para impulsar la transición hacia una ciudad más integrada, inclusiva y sostenible. 

A pesar de los esfuerzos presupuestales e institucionales, y los nuevos instrumentos de política pública, el país mantiene un problema de acceso a soluciones habitacionales que acompañen la trayectoria de vida de las personas. La seguridad que ofrece un techo no parece lo suficientemente priorizada cuando se abordan los componentes centrales de la desigualdad y la vulnerabilidad de las personas. Seguramente, los datos del censo 2023 nos ayudarán a confirmar que persisten estas dificultades de acceso a la vivienda, asociadas a la dificultad de acceder a los diversos bienes y servicios de carácter público, y combinadas con otras carencias básicas en los hogares. Los problemas de acceso a la vivienda están íntimamente conectados con los problemas del modelo urbano y las tendencias que lo conforman. 

El informe nacional hacia hábitat 3 del año 2016 (MVOT, 2016) dice que las ciudades de esta región presentan un modelo urbano determinado por el crecimiento de las áreas urbanizadas disociadas de un aumento poblacional forzante de ese cambio. Esta es una tendencia robusta, estructural, que ni la Ley n°18.308, ni las Directrices Nacionales de Ordenamiento Territorial, ni algunos planes urbanos, lograron revertir. La ciudad sigue superando sus fronteras aparentes, hacia una expansión superficial y una extensión discontinua y dispersa.

Evidentemente, este modelo está impulsado por ciertos patrones de producción y consumo muy instalados en las lógicas del mercado y la cultura. El desarrollo urbano en la región ha sido influenciado por el paradigma del modelo de ciudad basado en el automóvil y la residencia de baja densidad. El negocio inmobiliario juega un rol relevante como factor dinamizador de los procesos que concretan la expansión de las ciudades. 

La concentración espacial de la pobreza y la vulnerabilidad social evidencian la propensión a la emergencia de círculos viciosos asociados a otros problemas estructurales, de persistencia de altos índices de delincuencia, desempleo juvenil, inequidad de género y la baja calidad de los servicios públicos, como muestran la investigación del informe metrópolis y otros estudios. 

Estas tendencias en constante interacción entre sí, pueden reforzarse o enfrentarse, aceptarse o intentar minimizarse, de acuerdo con las orientaciones que se asuman e implementen, en primer lugar, desde las políticas públicas.