En el mes de octubre del año pasado recibimos al Arq. Mariano Arana en la sede social de SAU para un intercambio exquisito con nuestra presidenta al momento, Arq. Natalia Brener Maceiras que resultó en una entrevista estrenada el pasado 27 de noviembre en el Homenaje especial en el marco del Día del Arquitecto/a en FADU.

Fue un encuentro entre colegas, proceso enriquecido de discípula y maestro, en el reencuentro y remembranza de horas de aula y camino de aprendizajes que nunca acaba. Compartimos parte de  la recopilación aquí.:

Natalia Brener: Es un gusto empezar a charlar sobre vos. Sobre el principio. Sobre cómo empezó ese romance entre Mariano Arana y la arquitectura. ¿Cómo fueron esos primeros pasos? 

Mariano Arana: Medio complicado hablar de los primeros pasos de la arquitectura… Claro, después traté de entender por qué… cómo empezó eso de la atadura con la arquitectura sin tener idea que había una facultad donde se estudiaba arquitectura. En todo caso, hubo dos cosas que me atrajeron de entrada: la música y la arquitectura. Después me acordé de que siempre fue una idea medio maniática la de atar música y arquitectura. Nunca entendí muy bien por qué esas cosas, pero se dio así. Cuando yo entré a facultad enseguida me topé con una publicación donde hablaba de patrimonio y de eso de no transformar la ciudad en un museo. Me quedó grabado eso… la ciudad es permanencia y cambio.

Natalia Brener: Contanos cómo surge, cómo se trabaja además desde una mirada también interdisciplinar.

Mariano Arana: Bueno, mirá, en mi caso yo entré a la facultad en el ‘52. Había pasado todo un acontecimiento, una especie de revolución, con algunos tipos muy vinculados, muy influidos, muy politizados en su pensamiento que es lo que había motivado ese gran cambio de la facultad y otros cambios que también se dieron casi contemporáneamente  en la Universidad, con la Ley Orgánica y demás. Yo creo que era una cosa muy fermental, muy atractiva. Y entras ahí en esa facultad y la ciudad en sí, la arquitectura, y  la empezás a mirar con ese cambio de mirada de cuando uno entra a facultad y empieza a interpretar con otros ojos. Siempre hay un cambio de mirada cuando vos después te encontrás con docentes. Yo desgraciadamente no llegué a conocer a Vilamajó, que me hubiera encantado conocerlo. En cambio, conocí a mucha gente, entre otros a Payssé. Pero no sólo, también a Artucio, por ejemplo, que trabajaron junto con él en algunas cosas.

Y a mí me gustó de entrada la historia de la arquitectura, de entrada. Porque además teníamos un docente excepcional que era Artucio. Él y la mujer. Que la gente, sobre todo, que daba las clases en el IPA, la respetaban porque ella era menos atractiva, a decir la verdad. Porque era más severa, porque era más no se cuanto y Artucio era algo cautivador. A él creo que era de los pocos que lo dejaban fumar en la clase. Entonces todo aquello le daba un cierto esplendor. Y además hablaba muy bien y te cautivaba mucho hablando de los grandes tipos que empezamos a saber quiénes eran los tales grandes rápidamente. Porque él ya había viajado anteriormente, la mujer también. Y tenía además uno de los hijos, que también siguió en arquitectura, pero que era algo menor que nosotros, pero nos encontramos en un viaje donde todos nos encontramos con todos, esas cosas que pasan en la facultad típicas.

Y de los grupos de viaje, que es otro de los atractivos de la facultad, no olvidarte de eso, porque eso yo lo tenía muy presente; porque yo hubiera querido viajar con mis primos, pensando que mi papá podía tener las posibilidades que tenía su hermano banquero, y no fue eso así que siempre me quedé con aquella idea que también hacía que la facultad fuera particularmente atractiva para muchos de nosotros.

La gente elegía a sus propios docentes en general,y  no se cuestionaba eso. Y se preparaba país por país, y se viajó mucho; nosotros siempre viajamos tanto la primera vez que viajamos como estudiantes como después, cuando me tocó acompañar a un grupo, viajamos primero en barco, en un barco argentino que era el último viaje. Hacete una idea de lo que era el barco, la comida, todo.

Natalia Brener: ¿Cuánto demoraban ahí desde que salían desde Montevideo?

Mariano Arana: Más o menos unos 20 días, quizá algo menos, pero aprovechamos esos pasajes en barco porque era de lo más divertido también. Con un grupo que éramos menos de 30. No sé, no me acuerdo si eran 28, 29 por ahí. Además, la gente se había preparado especialmente país por país, porque tenía que dar clases en la tarde. Y mira que la tomamos en serio. Nos la teníamos que tomar porque se pasaban los horarios, se pasaban multas para aquellos que no cumplían y se cumplían todas esas cosas. Yo creo que se aprendía muchísimo para aquellos que tenían vocación de verdad de aprender.

Natalia Brener: Yo me acuerdo cuando estudiaba historia y me acuerdo de vos con un bastón de madera caminando por el salón de actos mientras dabas esas clases maravillosas. Con ese bastón vos ibas haciendo cambiar las láminas, las diapositivas y despertabas a alguno que otro que andaba como medio distraído. ¿Cómo fue eso de la docencia en la facultad?

Mariano Arana: Esa sala de actos era una acústica, una vergüenza, era una acústica pésima, ¡pésima!. Que contraste ¿no? Pero además te morías de frío en esa facultad y teníamos la clase de 7 a 9, creo que eran los martes y al otro día porque no cabían y qué sé yo, teníamos que volver de 8 a no sé qué. Era una cosa espantosa. Entonces yo trataba de inventar chistes, pero yo decía “este no lo habré repetido”. La defensa del patrimonio, pero a su vez de cómo crecemos, de cómo vamos avanzando…

Natalia Brener: ¿Cuáles son los desafíos? ¿Qué te parece? ¿hacia dónde tenemos que ir? 

Mariano Arana: Mirá, es un desafío de verdad, porque yo casi me desmayo cuando me dicen que van a hacer una isla aquí, ¿pero por qué una isla? toda agua esto. Lo que fue fundamental para nosotros fue trabajar en el movimiento cooperativo y en obras bastante complicadas, algunas de ellas que eran conjuntos de varias cooperativas. Como el caso de la mesa uno, mesa dos, que eran centenares, nos enloquecimos. 

Natalia Brener:  Pero ahí entra otra parte  fundamental que tiene que ver con la gente ¿no?. Con la participación, con ese vínculo directo.

Mariano Arana: Es que se lo creyeron lo de la participación y me parecía bárbaro que se lo creyeran. A mí me terminaron teniendo miedo después de toda la bulla que habíamos metido con el grupo de Estudios Urbanos. No logré nunca eso sí que ninguno de las 20 personas que formaban parte del grupo de Estudios Urbanos, se animara a decir un solo vocablo. Y era una cosa que no había manera, claro que para el que nunca dio clases, aunque fueran 300 personas las que había ahí, es difícil. Pero tenían un orador de primera.

Natalia Brener: Sí, bueno, pero eso no es lo mejor ¿no?

Mariano Arana: No es lo mejor, pero la verdad que sirvió muchísimo porque se formaban unas colas y cada tanto en las radios pasaba “nuevamente el próximo viernes pasa nuevamente no sé qué del grupo de Estudios Urbanos que conduce Arana”. Siempre era Arana, siempre era Arana.Estábamos en plena dictadura también, recordemos eso. Hasta el punto que gente muy amiga, que estuvo muy golpeada en la cárcel, que la pasó muy mal la verdad, de pronto oye, ah por qué pasaban curiosamente muchas obras por los parlantes, cosas de radio, por ejemplo, de Zitarrosa, y yo decía qué raro Zitarrosa, porque todo el mundo sabía que, si no era comunista, era no sé qué, pero les gustaba a los soldados. Una cosa rarísima. Y de pronto este muchacho muy amigo, el padre tenía una panadería, la hermana trabajaba, creo que también en ella entonces cuando sale me lo encuentro en el cafecito este de la Ciudad Vieja, en Ituzaingó casi 25. Y entonces me dice tú sabes una cosa, ¿no? Cuando empezaron a decir de nuevo que el próximo viernes no sé que el profesor Arana, no sé cuánto, va y le dice a todos los demás en el recreo: “Otro más que se pasa para los milicos”. Era yo. ¡Imaginate!

Natalia Brener: ¿Cómo veías tú el rol de la Sociedad de Arquitectos en la sociedad? Que es un tema que venimos trabajando fuertemente, que nos interesa tu opinión sobre esa participación de los arquitectos en el gremio, en esto que se genera a partir de más de 100 años, pero que genera comisiones asesoras, que genera áreas de reflexión. ¿Cómo ves eso? ¿Qué desafíos tenemos nosotros?

Mariano Arana: Yo creo que no solamente han tenido desafíos, sino que han tenido aciertos, yo que siempre he utilizado a la Sociedad, pero nunca estuve participando porque creo no tenía ni tiempo para escribir lo que me pedían para la revista.

Natalia Brener: Bueno, en la revista participaste siempre.

Mariano Arana: Siempre sI.

Natalia Brener: En la biblioteca también.

Mariano Arana: También…

Natalia Brener: Por ejemplo, un artículo que me causó gracia “Cien años de Sociedad” ¿te acordás? Había salido “Cien años de soledad”.

Mariano Arana: Vino a propósito… esas son astucias. Bueno, lo cierto es que gracias a esas astucias y a los conocimientos que teníamos de mucha gente que había estado acá o que supimos que ya había estado, o que leíamos en las revistas es que se le empezó a dar importancia a la arquitectura que se hizo acá y a la que se hizo en tantísimos otros lados y vino de ahí.

 
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