El pasado lunes 15 de abril, la emblemática catedral parisina símbolo de la arquitectura gótica se vio, durante doce horas, envuelta en llamas conmocionando al mundo entero. Desde la Sociedad de Arquitectos del Uruguay resumimos los principales datos recabados en estos últimos días por medios de prensa internacionales para entender la magnitud del impresionante accidente.
El siniestro destruyó una parte importante del patrimonio arquitectónico, artístico y religioso de la catedral, pero el trabajo de los bomberos, además de evitar daños personales, ha permitido salvar muchos otros, en particular la estructura del edificio. También fue importante para el rescate de los bienes la cadena humana organizada con ese fin. El secretario de Estado francés de Interior, Laurent Núñez, dijo que el derrumbe de las torres se evitó «en un cuarto de hora o en media hora» gracias a una veintena de bomberos que pusieron en riesgo sus vidas para extinguir el fuego desde dentro.
El grave incendio tuvo como resultado la destrucción de la aguja, la pérdida más visible, y dos dos terceras partes de las bóvedas y el tejado. Según el ministro de Cultura Franck Riester todo apunta a que en la aguja se inició el fuego, en esta zona se habían iniciado obras recientemente y se había instalado un andamiaje de 100 metros de altura. Si bien los muros de la catedral han quedado totalmente en pie, se vinieron abajo dos tercios de la cubierta, lo que significa unos 1.000 metros cuadrados. Mientras tanto, los tres rosetones que representan las flores del paraíso, construidos en el siglo XIII al mismo tiempo que el conjunto del edificio, se han visto afectados, pero «aparentemente no han sufrido daños catastróficos», según Riester.
En 1966 un incendio de gran magnitud se produjo catedral de León, España. A partir de allí, se fijaron algunas pautas para combatir el fuego en monumentos, entre ellas que el agua resulta contraproducente en estos casos. Resultó ser más eficaz utilizar la espuma que evita el aumento de peso de la piedra como consecuencia de la humedad,
Desde SAU queremos invitar a la reflexión sobre la conservación patrimonial, no solo apelar a su defensa y preservación a través de la normativa vigente, sino también por medio de la transmisión del valor de los bienes culturales y la atención a planes que permitan minimizar los impactos de estas contingencias.